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Compré para la cocina un reloj precioso. Es el Reloj Pared con Higrómetro y Termómetro de Inalsa. Un reloj discreto muy completito. Tiene un diámetro de 23 centímetros.

Nos gusta a todos. Este reloj tiene forma redonda, los números y las agujas son de color blanco y el fondo del plato es negro negrísimo. Destaca en la pared de azulejos de la cocina.

Yo lo compré porque era barato. Costaba 5,95 euros. Me pareció un regalo. Ni en los bazares chinos encuentras ese precio tan tirado. Mi marido temía que se estropeara pronto. No ha sido el caso. Funciona como un reloj suizo.

Os lo recomiendo. A este reloj de Inalsa sólo le falta un despertador para ser perfecto. Nosotros al higrómetro y al termómetro no les hacemos mucho caso. Una ya sabe si hace frío o hace calor sin fijarse en la temperatura que marca el reloj de pared de la cocina. Además, mi temperatura corporal no anda muy pareja con la temperatura de la casa. Por eso suelo ir un poco abrigada. Soy friolera.

El higrómetro es lo que le quitaría al reloj. Me asusta. Ya sé que mi cocina es húmeda, pero ver el dato de humedad marcado en cifra por la aguja correspondiente me pone de los nervios. Afortunadamente, me fui acostumbrando y paso de lo que indica de humedad. No es para tanto. En todas las casas hay humedad. Es cuestión de poner la calefacción y listo.

Repito que el reloj es una preciosidad. El plato negro le da un toque chic precioso. Combina de cine con los números y las agujas del tic tac en blanco. Es chulo chulísimo. Mi suegra compró otro igual cuando vio el nuestro. Siempre nos copia las mejores cosas que tenemos en casa para decir que ella las compra primero para su dulce hogar. Mi suegra colocó el reloj en una salita. Vale para cualquier estancia de una casa. Incluso quedaría bonito en la pared de una oficina. Yo he visto uno muy parecido en la trastienda de la peluquería de mi barrio.
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Las bolsas de plástico están por las nubes. Con el cuento del medioambiente, que no es ningún cuento chino, están subiendo el precio de las bolsas de plástico a las alturas de la troposfera. Por eso compré el Cubo reciclaje Cubo Extraíble Tatay. Costaba 16,95 euros, pero acabará saliéndome barato cuando vaya dejando de comprar bolsas.

Así se lo dije a mi marido. Mi santo decía que había tirado el dinero. Me conoce. Sabe que soy de las personas que no pueden vivir sin plástico. Lo que no sabe es que estoy empezando a cambiar por necesidades económicas. Los diez céntimos que cuesta una bolsa en el Eroski, por ejemplo, me vienen bien para ir sumando dinerito para comprar comida.

El cubo tiene dos compartimentos que se llenan enseguida. Cuando los llenas, los puedes extraer e ir a vaciarlos en el contenedor de la basura de la calle tal cual. Hay que ahorrar. Igual que los contenedores de la basura que nos ponen en las aceras los ayuntamientos, tiene un pedal de hierro en su parte inferior para abrir la tapa sin ensuciar los dedos. Todo un detalle. La tapa cierra bien, aunque es mejorable. Como tires desperdicios de pescado, deja salir los olores como si no estuviera cerrada. Es la desventaja que le encuentro. Yo palió el olor negativo poniendo al lado un ambientador o una vela perfumada. La vela no la suelo poner mucho porque tengo miedo a los incendios. En una casa donde hay niñas pequeñas tienes que andar con cuidado.

Os recomiendo el cubo. Es un cubo de Tatay que encuentras a vender en muchas grandes superficies. También lo hay en supermercados grandes. Yo sólo lo vi a vender en color gris clarito. No es nada manchadizo. Le pasas una bayeta húmeda y te queda limpio como una patena. Mi suegra lo limpia con la fregona. Es una mujer muy apañada. Cuando le vi meter la mopa por dentro quedé a cuadros. La madre de mi esposo lleva a la práctica la ley del mínimo esfuerzo. Otra cosa que os recomiendo hacer. Debemos trabajar lo menos posible. El trabajo de casa te quita años de vida.
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